Lograr un balance entre la vida familiar y profesional es una de las tantas problemáticas a las que se ven enfrentadas las mujeres de nuestro país. Estas exigencias se conocen como “doble presencia”, donde existen responsabilidades asociadas al trabajo formal y doméstico, afectando la calidad de vida de las mujeres y su entorno familiar.
De acuerdo a cifras entregadas por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) en marzo de 2018, se estima que cerca de un 48.5% de las mujeres chilenas participan en el mercado laboral, destacando la alta tasa de participación femenina en el mundo del trabajo informal (31,9%).
Sin embargo, estas cifras no logran demostrar una realidad que afecta a todas las trabajadoras chilenas: el desafío diario de compatibilizar el trabajo con la vida familiar y los quehaceres del hogar. Para esto, la mayoría de las mujeres debe continuar trabajando después de su jornada formal, dando pie al fenómeno de la “doble presencia”.
Durante el año 2017, el Ministerio de Salud publicó los resultados de la Encuesta de Calidad de Vida y Salud (ENCAVI), en la que se muestran las diferencias entre hombres y mujeres a la hora de enfrentar la doble presencia. Por ejemplo, un 28% de las mujeres trabajadoras encuestadas afirmó que siempre o casi siempre quedan las tareas domésticas sin hacer cuando ellas no están en casa, frente a un 10% de los hombres trabajadores.
De la misma forma, un 31,2% de las mujeres afirma que siempre o casi siempre piensa en las tareas domésticas y familiares mientras está en el trabajo. Además, la encuesta arroja que cerca de un 27,3% de las consultadas declara que siempre o casi siempre se enfrentan a situaciones en las que necesitaría estar en el trabajo y en la casa al mismo tiempo; frente a un 12,2% de hombres con la misma afirmación.
Según cifras del INE, las mujeres dedican a diario un promedio de 5,8 horas a las labores domésticas, alcanzando las 11,6 horas de trabajo al día, considerando el desempeño profesional y el del hogar. Además, es importante destacar que de acuerdo a la Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo (ENUT) publicada en 2015 por el INE, el 36,9% de las mujeres trabajadoras está conforme o satisfecha con el uso que le da a su tiempo libre.
Estas cifras se justifican principalmente en el desequilibrio histórico que existe en la distribución de las tareas domésticas y donde los hombres aún no asumen completamente la corresponsabilidad en el cuidado de la familia y el hogar.
Uno de los principales problemas de este desequilibrio radica en la prevalencia de cuadros de estrés, afectando la calidad de vida, el desempeño laboral y la salud tanto física como mental.
El problema de conciliar la vida familiar y el trabajo puede repercutir en diferentes ámbitos de la vida de los trabajadores, por ejemplo:
Otros estudios también mencionan que las tensiones que se producen al intentar conciliar la vida familiar con la laboral tienen costos para las personas y también para la sociedad. El informe “Trabajo y Familia: Hacia nuevas formas de conciliación con corresponsabilidad social”, elaborado por el PNUD y la OIT, hace un énfasis en la necesidad de que los Estados en conjunto con los actores sociales elaboren y promuevan soluciones desde la corresponsabilidad social, las que deben incluir la revalorización del trabajo de la mujer, resignificar el rol de los padres a través de modelos alternativos de maternidad, paternidad y masculinidad, entre otros.