Ha pasado una década desde el accidente que terminó amputándole ambas piernas a Cristina Barría y a pesar de lo difícil que fueron los primeros años, logró hallarle un sentido a todo lo que le sucedió. Hoy disfruta poder compartir su experiencia e intenta convencer al resto de que los sueños y deseos no tienen límite.
“Después del accidente viví mi año de luto, como toda persona que pierde algo. Pero llegó el día que decidí ponerle fin y me propuse ponerme de pie. Y lo logré” cuenta Cristina, quien sufrió un grave accidente automovilístico cuando iba camino a su trabajo.
Cristina es de Chiloé y al momento del evento llevaba cuatro años trabajando en una salmonera como fileteadora. Hoy cumplió trece en la misma empresa, ya que logró reintegrarse con éxito en otro puesto. “No fue fácil, pero la empresa decidió hacerlo y espero que eso sirva como ejemplo para otras”, afirma.
EL PASO POR EL HOSPITAL
Cristina estuvo casi un mes inconsciente en Chiloé y cuando despertó fue trasladada al Hospital del Trabajador ACHS donde estuvo cuatro años hospitalizada, tiempo en el que forjó vínculos que para ella son muy valiosos y que se mantienen hasta hoy, “son lazos que perduraron y de los que me siento agradecida. El Hospital para mí fue una escuela que me enseñó a rehabilitarme y yo quise aprender al máximo, porque sabía que después me tenía que enfrentar a la vida real”, dice Cristina.
El proceso de rehabilitación de Cristina fue lento, pero terminó con resultados que nadie esperaba. Ella se propuso ponerse de pie y finalmente, después de mucho trabajó logró hacerlo gracias a las prótesis otorgadas por el Hospital. “Mi primera meta era salvarme, me hicieron más de 30 operaciones y me aferré a la vida. Y la segunda era ponerme de pie, ambas las logré”.
Experiencia enriquecedora
Los diez años siguientes al accidente, Cristina afirma que han sido los mejores que ha vivido. El tiempo le ha dado una visión muy particular sobre lo sucedido que es admirada por quienes la conocen. “Yo creo que esta era la vida que tenía que vivir, muchas veces me pregunté: ¿Por qué yo? Y me di cuenta que Dios me eligió para poder contarle a otros mi testimonio. Para mí no existe la frase “no puedo”, aunque haya cosas que sé que no puedo hacer voy a intentarlo primero y no me voy a dar por vencida antes de eso”, cuenta.
Este espíritu la impulsó a dar charlas motivacionales que ha dictado en la empresa en que trabaja, pero también en colegios e incluso en algunos CESFAM. “Ha sido una experiencia muy bonita y mucha gente me lo ha agradecido porque ven lo que me pasó y se dan cuenta de que se quejan por nada. Lo que yo les digo entonces, es que dejen de lamentarse y empiecen a quererse un poquito más”.