Muchas veces nos enfrentamos a situaciones en las que ayudar a los demás, desinteresadamente, nos resulta algo innato y natural. Sin embargo, hay ocasiones en las que dudamos y preferimos quedar fuera, ya sea asumiendo que otros intervendrán o simplemente por vergüenza o temor.
La psicología identifica el acto de ayudar a otros de manera voluntaria como una conducta prosocial. Esta no necesariamente implica un beneficio concreto o recompensa, aun cuando puede generar satisfacción personal y bienestar. La conducta prosocial depende de factores como la empatía, un elemento crucial para el desarrollo de una cultura cooperativa.
Imaginemos que somos testigos de cómo una persona tiene un accidente en medio de una calle, ¿por qué sólo algunos reaccionan a ayudar y otros actúan de forma indiferente? ¿Qué hacemos nosotros? De acuerdo con estudios realizados durante la década de los 60 en Estados Unidos, existe un fenómeno llamado “efecto del espectador”, que surge cuando somos testigos de un incidente y no hacemos nada, porque asumimos que alguien más se atreverá a intervenir.
El negarnos a prestar auxilio a otros tiene que ver con diversas variables, como la empatía, el análisis de costos asociados (por ejemplo, si pierdo más de lo que puede llegar a perder el otro), entre otros. Sin embargo, una de las claves para esta actitud está fundada en el miedo a ser juzgados, explica Daniela Campos, psicóloga del Centro Médico Hospital del Trabajador ACHS, quien agrega que, de acuerdo a los que establecen ciertos estudios en la materia, “ese temor al juicio y la desaprobación es lo que muchas veces hace que no mostremos una conducta prosocial”.
Llegado el momento de actuar, las personas toman la decisión de ayudar a los demás cuando se cumplen estos tres procesos:
“Frente a una situación de emergencia, podemos reprimirnos de ayudar si sentimos que esa acción nos generará un costo personal. Por eso, mientras mayor sea ese costo, menor será la probabilidad de que tendamos una mano a otro”, explica Daniela Campos.
De acuerdo estudios desde la mirada de la psicología social, las personas tomamos la decisión de no involucrarnos cuando producto del análisis llegamos a concluir que:
“La invitación que hacemos es a abrir los sentidos, mirar el entorno y tomar la responsabilidad de ayudar a otros basándonos en la empatía, en el bien que haremos a esa persona y la satisfacción personal que sentiremos, más allá de las decisiones que tome el resto”, señala la psicóloga Daniela Campos.
Es importante recordar que la conducta prosocial es valiosa no solo en contextos como accidentes. También permite generar espacios de colaboración y confianza al interior de organizaciones, lo que repercute en ambientes laborales positivos, donde las personas se puedan desarrollar, apoyar y acompañar con quienes los rodean.